sábado, 7 de julio de 2012

MEDITACIONES METAFÍSICAS DE DESCARTES. RESUMEN

MEDITACIONES METAFÍSICAS DE DESCARTES

Introducción


René Descartes es considerado el padre de la filosofía moderna ya que ésta se desenvuelve partiendo de la idea de que la mente se descubre a sí misma, justificando mediante la acción de su propio pensamiento el conocimiento y el ser; lo cual se concentra en la frase de Descartes: “Cogito ergo sum” (pienso, por lo tanto existo). Estas palabras expresan uno de los principios filosóficos fundamentales de la filosofía moderna: que mi pensamiento, y por lo tanto mi propia existencia, es indudable, algo absolutamente cierto y a partir de lo cual puedo establecer nuevas certezas, convirtiéndose en elemento fundamental del racionalismo occidental; con ella el gran filósofo francés expresa el descubrimiento de una verdad incuestionable, pero también un ámbito nuevo de lo real: la subjetividad individual autoconsciente. De esta forma Descartes inaugura una nueva época: la Modernidad, con sus pretensiones revolucionarias de autonomía de la Razón.
Según Descartes, el ser humano es un compuesto de sustancia pensante y sustancia extensa. A esta dicotomía las denomina como “res cogitans y res extensa”. Para Descartes la “Res cogitans” (pensamiento), la esencia de esta sustancia, dice Descartés, es el pensamiento y sus propiedades no son sino diferentes modos de pensar: la imaginación, el sentimiento y la voluntad como nos dice en las “Meditaciones Metafísicas”: “una cosa que piensa es una cosa que duda, que entiende, que concibe, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también y que siente”. Por el contrario en la “Res extensa” (el cuerpo), la naturaleza y esencia de esta sustancia es la extensión en longitud, anchura y profundidad. El resto de características que podamos atribuir a los cuerpos (como la figura y el movimiento) presuponen la extensión, siendo esta una concepción geométrica o matematizante de la realidad. Para Descartes los animales son pura extensión, no poseen mente alguna.
Descartes propone un método, el cartesiano, que ha de ser matemático y universal, sea cual sea su aplicación o campo del saber a que se refiera a fin de evitar el error, permitiendo aumentar los conocimientos y descubriendo nuevas verdades.
La publicación de las “Meditaciones metafísicas” (1641), con las respuestas de Descartes a las objeciones planteadas por siete de sus críticos, señala el comienzo de la polémica en torno al cartesianismo. A lo largo de las seis meditaciones de las que consta el libro, el principal objetivo de Descartes es la demostración de Dios y la inmortalidad del alma, mediante razonamientos lógicos; así como definir las bases del conocimiento. Descartes busca encontrar “la verdad” de las cosas a través de la razón y para ello nos dice que hemos de dudar de todas las cosas (duda metódica), especialmente de las materiales, librarnos de los perjuicios y acostumbrar a nuestro espíritu a desligarse de los sentidos.

RESUMEN

Meditación Primera (De las cosas que pueden ponerse en duda)

En la primera meditación Descartes nos dice que desde su niñez había admitido como verdaderas una porción de opiniones falsas. Al cuestionarse esos principios, y no por ligereza sino por fuertes razones, ha de liberarse de antiguos prejuicios. Y para esto no será necesario que demuestre que todos ellos son falsos, bastará para rechazarlos que encuentre, en cada uno, razones para ponerlo en duda. También nos habla de las razones por las cuales podemos dudar en general de todas las cosas y, en particular de las materiales, motivo por el cual nos insta a acostumbrar a nuestro espíritu a desligarse de los sentidos, pues todo lo que se tiene por verdadero y seguro lo ha aprendido de ellos y ha podido experimentar que no se puede confiar por completo en ellos pues a veces nos engañan; aunque por otro lado los sentidos nos muestran cosas de las que no se puede razonablemente dudar. Para ello Descartes nos refiere la sensación que se tiene, al soñar, de estar viviendo una realidad; al ser difícil distinguir el sueño de la vigilia y, a pesar de que lo que en ellos se vea son meramente una ilusión, ésta ha de estar basada en realidades al no poder inventar algo totalmente novedoso sin que nunca haya sido visto o sea el resultado de una mezcla y composición de partes diferentes. También añade que, aún en el caso de que alguien pudiese en realidad crear algo completamente nuevo, los colores de los que estaría compuesto serían verdaderos (verdad absoluta). Para Descartes las ciencias que dependen de la consideración de las cosas compuestas, son muy dudosas e inciertas (física, astronomía, medicina) ; por el contrario las que tratan cosas muy simples y generales (aritmética, geometría), sin preocuparse mucho de si están o no en la naturaleza, contienen una verdad que prevalece. Descartes pone como ejemplo que el hecho de que uno esté dormido o despierto no cambia la verdad tan clara de que dos más tres suman cinco, o que el cuadrado nunca tendrá más de cuatro lados. Mas aún así, Descartes crea la incertidumbre de que exista un dios – al que él denomina “genio” o espíritu maligno para diferenciarlo del Dios cristiano que es todo bondad – que le haga equivocarse siempre al hacer dicha suma o contar los lados del cuadrado, añadiendo que quizá algunos preferirán negar la existencia de tan poderoso Dios a creer que todas las demás cosas son inciertas.
En esta primera meditación, Descartes no cuenta que, al cuestionarse todo lo que antes creía verdadero, a partir de entonces, de hallar algo cierto y seguro en las ciencias, se abstendrá de darle crédito, demostrando desconfianza hasta llegar a una firmación de la que no pueda dudar, de la que tenga absoluta certeza, a través de la meditación y el conocimiento.

Meditación Segunda (De la naturaleza del espíritu humano; y que es más fácil conocer que el cuerpo.

Llegado a este punto, en la 2ª Meditación Metafísica, y una vez destruidos todos los conocimientos que había adquirido durante su vida, Descartes busca volverlos a reconstruir mediante un patrón fiable y de mucha más solidez y para ello aplica la duda a la propia duda, encontrando un elemento que prevalece a ésta: “si dudo que dudo puedo tener la certeza de que estoy dudando; lo cual implica necesariamente que estoy pensando; y si estoy pensando es indudable que estoy existiendo”. Descartes llega a la conclusión de que si piensa, existe, siendo ésta la primera verdad absoluta a partir de la cual va a construir todo el conocimiento. Este pensamiento queda plasmado en su célebre la frase “cogito ergo sum” (pienso, por lo tanto existo). Además demuestra la existencia del espíritu, distinguiendo lo que pertenece a la naturaleza intelectual de lo que pertenece al cuerpo, siendo el cuerpo divisible mientras que el espíritu (alma del hombre) es indivisible, siendo ambas naturalezas no sólo diversas sino incluso en cierta forma contrarias. Para Descartes el cuerpo no es más que el medio que usa el alma para interactuar con el mundo material creado por Dios.
En esta meditación Descartes también expone que el contenido inmediato del pensamiento es la realidad existencial del sujeto pensante: la duda puede afectar a todos los contenidos del pensamiento, pero no puede afectar al “yo” donde estos contenidos están. Intuimos la existencia de un “yo” cuya esencia es ser pensamiento. En esto precisamente consiste intuir, pero para ello las ideas han de ser simples, ya que sólo de lo simple hay verdadera intuición. El resto del conocimiento es deducción.
Asimismo Descartes desarrolla la idea de que una cosa engendra otra cosa, y por esto concibe la existencia de un Dios perfecto e infinito, siendo nosotros seres creados por él y causa de ello es que podemos tener ideas acerca de lo infinito y lo inmortal. También nos dice que él tiene la idea de Dios antes que la de sí mismo, ya que Dios posee más realidad y mayor perfección; aduciendo que para sentirse imperfecto, ha de sentir algo más perfecto que él con lo que compararse.

Meditación tercera (De Dios; que existe)

Para realizar esta tercera meditación, Descartes nos dice que primero ha de mantener apartados sus sentidos para así sostener un coloquio consigo mismo, haciendo introspección. El filósofo francés establece como criterio de verdad la claridad y la distinción: todas las cosas que concebimos de forma clara y distinta son verdaderas y se presentan al espíritu.
Después examina si hay Dios, y si es así, si éste puede ser un dios engañador; pues, sin conocer esas dos verdades, dice no saber como poder alcanzar certeza de cosa alguna.”
Para el padre de la filosofía moderna, las ideas no pueden ser falsas en sí mismas, dividiéndolas en tres clases: las que parecen innatas, las que parecen ajenas (venidas de fuera), y las que parecen inventadas por uno mismo.
Descarte nos dice: “no sólo que la nada no podría producir cosa alguna, sino que lo más perfecto, es decir, lo que contiene más realidad, no puede provenir de lo menos perfecto... Para que una idea contenga tal realidad objetiva más bien que tal otra, debe haberla recibido, sin duda, de alguna causa, en la cual haya tanta realidad formal, por lo menos, cuanta realidad objetiva contiene la idea.” De aquí saca la conclusión de que si la realidad objetiva de una idea suya es tal que pueda saber con claridad que no está en él ni formal ni eminentemente, entonces es que no está sólo en el mundo, y que existe otra cosa que es causa de esa idea.
Y añade que aunque pueda ocurrir que de una idea nazca otra idea, ese proceso no puede ser infinito, sino que hay que llegar finalmente a una idea primera, cuya causa sea como un arquetipo, en el que esté formal y efectivamente contenida toda la realidad o perfección que en la idea está sólo de modo objetivo o por representación.
Por ello, Descartes nos dice que la idea por la que él concibe un Dios supremo, eterno, infinito, inmutable, omnisciente, omnipotente y creador universal de todas las cosas que están fuera de él, tiene en sí más realidad objetiva que las que le representan substancias finitas.
Descartes demuestra la existencia de Dios diciendo que los humanos somos una sustancia que desea, y si desea es porque le falta algo, y si le falta algo es porque hay algo mejor, completo, perfecto. Aduce para ello que el hombre capta las cualidades de los objetos sin saber si son las auténticas. Para ello distingue entre dos tipos de cualidades: las primarias (las que captamos a través de la razón), claras y distintas y las secundarias (a través de los sentidos), que son las que nos pueden llevar al error.
También no dice que, aún pensando que fuéramos seres perfectos y autosuficientes, se nos plantearía la duda de quién nos creó: “El cuerpo evidentemente nace de un parto y lo explica la biología; lo que nos falta es quién crea el alma (“res cogitans”). Evidentemente debe venir de un ser superior, Dios; sólo Él es capaz de unir al cuerpo una alma”. De esta manera Descarte argumenta la existencia de Dios. Y ya que la idea de la existencia de Dios no puede percibirse a través de los sentidos, sólo queda pensar que Él mismo nos pudo introducir esa idea de forma natural, como si ese fuese el sello que Dios nos deja al crearnos, como artífice de esa creación.
Descartes basa toda la fuerza de este argumento en reconocer que sería imposible que él tuviese la idea de Dios, si Dios no existiera realmente.

Meditación cuarta (De lo verdadero y de lo falso)

Descartes nos dice en esta cuarta meditación que, habiendo demostrado la existencia de Dios, ha apreciado también que nosotros somos imperfectos, una imperfección que se demuestra a la hora de realizar juicios, pues aunque podamos distinguir entre lo verdadero y lo falso a través de la razón, a veces nos equivocamos. Y añade que al separar su espíritu de los sentidos ha advertido tener más certeza de las cosas del espíritu humano, e incluso más aún de Dios, que de las cosas corpóreas. Nos aclara la idea que él tiene del espíritu humano: una cosa pensante incomparablemente más distinta que la idea de una cosa corpórea.
Por otro lado, establece la verdad de que Dios es perfecto. Para ello Descartes nos dice que Dios es un ser completo e independiente; mientras que su existencia depende de Dios, lo cual le hace incompleto y dependiente, descubriendo así un camino que le conducirá, desde esta contemplación del Dios verdadero, al conocimiento de las restantes cosas del universo. Para ello y en primer lugar, Descartes reconoce que es imposible que Dios le engañe nunca, al ser perfecto y, al ser el engaño imperfecto, no puede proceder de Él. Asimismo en esta meditación Descartes considera que la potencia para juzgar la ha recibido de Dios, reconociendo que cuando no piensa más que en Dios, no descubre error o falsedad; mas volviendo luego sobre sí mismo la experiencia le enseña que está sujeto a infinidad de errores. También se pregunta cómo, si somos producto de de Dios, podemos ser imperfectos. Al buscar la causa percibe que a su espíritu no se presenta sólo una real y positiva idea de Dios sino también cierta idea negativa de la nada, o sea, de lo que está infinitamente alejado de toda perfección; Descarte nos dice que somos como el punto medio entre Dios, que es la perfección, y la nada (ser soberano-no ser) y por ello tenemos tendencia tanto a la verdad como al error. De ese modo, entiende que el error no es nada real que dependa de Dios, sino sólo una privación o defecto, y que si él yerra es por la falta de un conocimiento debería poseer. De ahí que, a la hora de distinguir entre lo verdadero y lo falso, nos dice el filósofo, usamos el entendimiento y la voluntad. A través del entendimiento captamos nuestro entorno sin afirmar ni negar nada, por lo que el error tiene que proceder de la voluntad, al realizar juicios sobre cosas que no conoce, haciéndonos errar; de ahí que debamos usar la razón antes que la voluntad. Además, para realizar buenos juicios debemos ver si la idea viene de Dios y es clara y distinta, pues será verdadera, y debemos evitar ideas confusas probablemente creadas por un genio maligno.
Estas respuestas sitúan a Descartes como un hombre moderno que asume ya el desgajamiento existente entre el mundo de la Filosofía y el de la Teología. Descartes afirma, por un lado, que no corresponde a la Filosofía investigar acerca de los motivos que llevaron a Dios obrar de un modo u otro; y por otro, que si no es labor de la filosofía preocuparse por analizar los motivos y los fines del obrar de Dios, ¿qué sentido tiene que la ciencia física postule la existencia de causas finales? Descartes, al negar la importancia de las causas finales, cuestiona la filosofía aristotélica-tomista, predominante aún en su época.

Meditación quinta (De la esencia de las cosas materiales; y otra vez de la existencia de Dios)

En esta quinta meditación, Descartes nos da otro argumento a favor de la existencia de Dios: “del hecho de no poder concebir a Dios sin la existencia, se sigue que la existencia es inseparable de él, y, por tanto, que verdaderamente existe.”
En primer lugar nos dice que, antes de averiguar si puede ser conocido algo cierto sobre las cosas materiales, y si existen tales cosas fuera de sí, debe considerar sus ideas en tanto que existen en su pensamiento, y ver cuáles entre ellas son definidas y cuáles confusas.
Descartes, al tener la certeza de conocer que la verdad de toda ciencia depende sólo del conocimiento del verdadero Dios, tiene el medio de adquirir una ciencia perfecta acerca de infinidad de cosas, y no sólo acerca de Dios mismo, sino también de la naturaleza corpórea, en cuanto que ésta es objeto de la pura matemática, que no se ocupa de la existencia del cuerpo. Dios le ofrece la seguridad de que las cosas que ve como claras y concisas son reales. Para ello Descartes nos pone un ejemplo: “cuando me imagino un triángulo, aunque quizá tal figura no exista fuera de mí pensamiento en ninguna parte, posee sin embargo una determinada naturaleza, o esencia, o forma, inmutable y eterna que ni ha sido creada por mí ni depende de mi mente; como se evidencia del hecho de que se puedan demostrar varias propiedades de este triángulo, a saber, que sus tres ángulos son iguales a dos rectos.
El filósofo nos dice que nosotros percibimos la esencia de los objetos, de tal manera que sin haberlos visto podemos tener una idea clara de ellos. De la misma manera nosotros tenemos una idea de la esencia de Dios: la fe, y es una idea clara y distinta; además Dios es perfecto y sólo se puede ser totalmente perfecto existiendo: No puede haber luz sin oscuridad de la misma manera que no puede haber la perfección y no existir.
Descartes, para probar la existencia de Dios argumenta tener el mismo grado de certeza que en las verdades matemáticas, pues la existencia de Dios no puede separarse de su esencia, al igual que no se puede separar de la esencia del triángulo la magnitud de que los tres ángulos son iguales a dos rectos. También no indica que del hecho de no poder pensar a Dios privado de existencia, viene a darse que la existencia es inseparable de Dios, y consiguientemente, que Éste existe en realidad, y no porque lo crea su pensamiento o imponga una necesidad a alguna cosa, sino porque la necesidad de la cosas misma, es decir, de la existencia de Dios, le obliga a pensarlo. Aún así, continúa diciéndonos Descartes, él podría persuadirse de que se estaba engañando, pero no una vez que ha percibido la existencia de Dios, y que Éste no es engañador, aunque no recuerde lo argumentado, y tan solo recuerde el hecho de haberlo percibido clara y definidamente.

Meditación sexta (sobre la existencia de las cosas materiales y sobre la distinción real del alma y del cuerpo)

Esta es la última meditación de Descartes. En ella se une todo lo adquirido en las anteriores para definir finalmente el dualismo cartesiano.
Al comienzo de esta meditación, Descartes vuelve a plantear el tema de la existencia de las cosas materiales como una mera posibilidad: si las concibe como objetos de la matemática pura, es decir, como ideas, cumplen con los requisitos de claridad y distinción, tiene la certeza de que Dios podría producirlas de acuerdo a estas últimas, ya que no encierran contradicción. Pero no sostiene que de hecho existen, sino sólo que podrían hacerlo.
Descartes piensa que el hombre, a través de la “res extensa” (cuerpo) tiene percepciones y sentimientos. La “res cogitans” (alma) piensa, reflexiona, razona, imagina... pero necesita de un cuerpo para interactuar/unir el alma con el mundo exterior. Evidentemente será también tarea del cuerpo toda decisión que le afecte. No comemos ni bebemos por voluntad, sino por necesidad; dicho de otra forma, las reacciones emocionales dependen del cuerpo. Por ello, para Descartes, el hombre es la unión de la “res cogitans”, que concibe las propiedades primarias de los objetos a través de la razón, y la “res extensa”, que se encarga de las propiedades sensoriales y emocionales para transmitirlas a la “res cogitans”. Llegado a este punto, Descartes se pregunta si podría existir el cuerpo y alma por separado, y por ello nos da la siguiente argumentación:
Se puede deducir que las cosas materiales existen a partir de la facultad de imaginar, ya que la imaginación no parece ser otra cosa que cierta aplicación de la facultad cognoscitiva al cuerpo que le está íntimamente presente; es decir, la capacidad de representar un objeto presente en ella, lo cual implica una cierta limitación en comparación con la intelección, la cuál esta sólo limitada por la necesidad de claridad y distinción en su concepción. También Descartes nos dice que al imaginar no sólo se supone lo que es el objeto en cuestión, sino que se aplica sobre éste el poder del intelecto. Ahora bien, cuando hay que realizar un esfuerzo de ánimo para imaginar, que no es preciso para concebir, se requiere al intelecto. De esta forma Descartes nos explica la diferencia entre la imaginación y la pura intelección.
A partir de ahí Descartes comienza a ver la probable existencia de un cuerpo, al necesitar de él la imaginación para poder crear sus representaciones, ya sea a través de ideas que provengan de la memoria o de los sentidos. De esta forma Descartes encuentra dentro de su análisis la existencia de una idea distinta de la naturaleza corpórea, estableciendo que la imaginación, con ayuda de la memoria se ampara en ellos para la percepción de las cosas corpóreas.
Descartes nos dice que el poder de imaginar no es necesario para la esencia del espíritu. En esta meditación el filósofo continúa diciéndonos que la mente, mientras concibe, se concentra en cierto modo en sí misma, y considera alguna de las ideas que tiene; por contrario, cuando imagina, se vuelve al cuerpo y ve en él algo conforme a la idea concebida por ella o percibida a través de los sentidos.
A pesar de estas reflexiones Descartes, aún teniendo la clara idea de la naturaleza corpórea que existe en su imaginación, no ve la prueba concluyente de que necesariamente que exista algún cuerpo. Para buscar explicación a la existencia de los seres corpóreos, Descartes introduce una novedad: las enseñanzas de la naturaleza, refiriéndose a ésta como “el orden dispuesto por Dios en las cosas creadas y por “mi” naturaleza, en particular, no entiendo otra cosa que la ordenada trabazón que en mí guardan todas las cosas que Dios me ha otorgado". Para explicarnos qué es lo que esta naturaleza nos enseña, Descarte nos habla de cómo siente tener cabeza, manos, pies, etc., y como así mismo ha experimentado en ellos la existencia de otros muchos cuerpos que le producían una serie de sensaciones corpóreas, cuyas ideas, le llegaban a la mente sin su consentimiento: frío, calor, hambre, sed, tristeza, alegría, etc., y por tanto, no debía dudar que había en ello algo de verdad”. Y además, tras la certeza de la existencia de Dios sabía que todo lo que concebía clara y definidamente podía ser creado por Él, motivo por el cual concluía que si bien su existencia radicaba únicamente en ser una cosa que piensa, inextensa; también a su vez tenía una idea precisa de tener un cuerpo, el cual era tan sólo una cosa extensa, sin capacidad de pensar y de ahí Descartes deducía ser en realidad distinto de su cuerpo, siendo éste y el alma dos sustancias distintas unidas para crear al hombre y , por lo tanto, poder existir sin él.
Descartes termina su argumentación diciéndonos que en él existe una facultad pasiva de sentir, o recibir ideas, pero también una facultad activa de producir o de hacer estas ideas. Y ésta no puede existir en sí mismo, porque no supone ninguna intelección anterior, sino que estas ideas que le vienen intuitivamente resta que exista alguna sustancia diferente de él y, al creer que las ideas son emitidas de las cosas corpóreas, no ve de qué manera podría entenderse que no es falaz, si procediesen de otra parte que de las cosas corpóreas; por lo tanto, las cosas corpóreas existen.











Este resumen ha sido cedido por la Asociación Cultural SOFOS de Madrid